Así somos aquí

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So, what the f...?

domingo, 29 de noviembre de 2015

El Final (tercera parte o parte 3)

 Que un final sea feliz o no depende de, al acabar la historia, si puedes sentarte o debes permanecer de pie.”
Mc. Flurry Jr.

Si alguien hubiera grabado la escena con una cámara de esas que graban en 360º y en una sola toma, sin interrupciones, hubiera sido digno de película de autor.

Ahí estaba nuestro buen pelukas, mirando como la cliente le decía “Xandra,  me llamo Xandra, con la misma X con la que se clasifican las películas porno. Y quiero algo especial.” Mientras se quitaba el elegante abrigo con una sensualidad que ni el mejor viernes había visto en Canal +, dejando ver que llevaba únicamente una especie de tanga, parte inferior del bikini o algo así…


Peluk no sabía qué decir.

Peluk no sabía dónde mirar.

Peluk no sabía cómo ocultar la ya incontrolable tienda de campaña.

La actividad cerebral de Peluk solo dio para echar la persiana y poner el cartel de cerrado.


“Puto uniforme de pelukator, ya podía ser de tela más resistente joer, que así no hay quién oculte nada”, pensaba mientras trataba de ordenar en su cabeza las palabras que salían de tan sensual boca y de las que no entendía una mierda (que todo hay que decirlo, pero cuando la sangre está acumulada en un único punto… es lo que tiene).

“Mira, te voy a contar una historia. Yo tuve una araña que fue mi mascota durante 5 años hasta que un malnacido la pisó. Tal vez fue culpa mía por llamar a Tele_depilación@home, pero me pareció una buena idea … idea que se convirtió en terrible cuando escuché el afeminado grito de terror sumado al crujido de mi pobre araña pisada.”.

Peluk no entendía nada, pero eso es prácticamente una situación habitual, aunque decía que si porque no podía apartar la vista de esos pechos desafiantes.

Xandra se quitó la única prenda que le quedaba, el tanga, quedándose con unas botas piratas de tacón infinito. “¿Ves que no me he depilado hace algún tiempo? Quiero que lo hagas tú, pero aprovecha que recortas y rasuras para dibujarme a mi pobre arañita… Necesito saber, cada vez que me tire a un desgraciado de esos que te entran en los bares, que ella va a estar vigilando la puerta de entrada”.

“Te recompensaré bien, no te preocupes y olvídate de las tarifas que tienes colgadas en la pared.”

Pelukas decidió que lo mejor era empezar lo antes posible. De otra forma tendría que abandonar la sala durante un par de minutos para desahogarse y eso, tal vez, no estaría bien.
Empezó a dibujar en un papel. Boceto tras boceto mientras tomaba medidas púbicas para tener claro que ni se pasaba ni se quedaba corto.

“Perdone que le toque las partes bajas, señorita, pero necesito acotar la zona”, repetía una y otra vez ante la mirada de aprobación de Xandra.

Finalmente lo tuvo (necesitó cambiarse de pantalones porque un accidente lo tiene cualquiera y no siempre es bueno trabajar bajo presión), pero lo tuvo.

Y, peine por aquí, tijera por allá, esa maquinilla eléctrica que tanto rebaja…, un poco de cera y finalmente un masaje con crema hidratante de aloe vera.

Segundo cambio de pantalón… “espero que esto acabe pronto porque como se me vuelvan a escapar los fluidos voy a tener que pedir el delantal al frutero de la esquina, que ya no me queda más ropa de cambio.”

Xandra se levantó, se miró en uno de los múltiples espejos de la sala y sonrió satisfecha.
“Muy buen trabajo, Peluk, ahora si echas a los tres jubilados que llevan dos horas esperando en la calle para entrar, hablaremos sobre cómo pagarte esto”.

Peluk salió corriendo hacia la puerta, abrió y a base de collejas se quitó de en medio a los tres abuelos que gritaban “joputa, bujarra, no volveremos… la próxima vez que no tengamos nada que hacer iremos a ver alguna obra, que ya empieza a haber otra vez.”.

Imaginad la escena. Xandra desnuda y depilada tumbada sobre una de las sillas que había echado hacia atrás (de esas de las de lavarte la cabeza). Peluk con el ansia víva comiéndole por debajo de la línea de flotación (incluso con las lorzas post-veraniegas era inevitable darse cuenta de que algo había vuelto a cobrar vida por ahí).

“Sé que te gustaría hacer algo con este cuerpo, pero piensa en mí como tu hada madrina de la semana y te ofreceré algo mejor”.

El jodío Pelukas no podía pensar en nada mejor, es más, ni siquiera podía pensar en nada que no fuera ese pibón y dudaba mucho que volviera a pensar en cualquier otra cosa en los próximos 25 años. Pero accedió a escuchar…

“Te gustan las motos ¿verdad?”
“Esto es lo que tienes que hacer, abre la puerta y mira lo que hay en la calle. Va a ser todo para ti”

El ansia viva es algo terrible, en una Pelukatería, en un foro de guitarristas, en una imprenta, … y Peluk no estaba libre de ella.

Y abrió la puerta.

Y vio una moto de esas de los Hells Angels, negra, cromada, reluciente, … un sueño para cualquier macarra. No había duda de ello.


“Gracias, pero ¿no es demasiado por una depilación?”, dijo mientras se volvía para descubrir que ya no estaba.

No estaba su abrigo.

No estaba su bolso.

No estaba el tanga que había quedado tirado en el suelo.

Y solo quedaba el rastro de los pelillos púbicos que habían sobrado tras depilar dibujando un arácnido en tan apetecible cuerpo.

Lo daba todo perdido cuando escuchó cómo la puerta se abría a su espalda. Algo le impedía volverse mientras unas manos expertas desabrochaban su camisa de pelukator, bajaban su pantalón y le hacían inclinarse sobre una de las sillas.

“Ah!.... juguetona, que me querías asustar pensando que no ibas a  pagarme. “ dijo el Pelukas mientras volvía la cabeza y descubría con pánico algo que nunca olvidaría.




Un Oso, si.

De los osos moteros que tienen esa doble personalidad de tipo duro cabalgando a los lomos de su Harley y de tipo amoroso cabalgando a los lomos de sus compañeros de cama.

Y nuestro antihéroe Peluk, durante tres largas horas fue precisamente eso. El compañero sobre el que cabalgó el Oso_Motero.

Pero todo acaba y el motero acabó, dio la vuelta y salió del establecimiento. Peluk solo se atrevió a volverse cuando escuchó rugir el motor de la Harley.

Y ahí llegó el momento de PÁNICO. No solo la puerta estaba abierta, sino que alguien había levantado las persianas y todos los vecinos del barrio estaban ahí, aún sorprendidos por lo que había pasado.

Y no solo estaban ellos. También estaba su ¿amigo? de la infancia con un cartel que decía…

Siempre quiso asesinar a su peluquero. 29 de febrero”.  

y una malvada sonrisa en la cara.

Porque él sabía que esto había sido mejor que un simple asesinato.

Peluk se subió el pantalón, cerró las persianas de nuevo y puso la radio para relajar un poco los nervios (tenía una curiosa mezcla de miedo, indignación y de duda porque en el fondo había llegado a disfrutar como una perra con las embestidas del Oso_motero).


Y en la radio sonaba el último éxito del Melancholic Duo.  



“Lo que me faltaba, ahora estos dos con su música raruna”, pensó Peluk mientras trataba de sentarse sin demasiado éxito y los sonidos melancólicos llenaban la estancia...

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